Shadhiliya Darqawiya Al-Alawiya

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martes, diciembre 08, 2015

LA ALQUIMIA DE LA FELICIDAD


ABU HAMID AL GHAZALI.-(1058/1111) Teólogo, filósofo, pensador y estudioso del Tasawuf).
Debéis saber, amados míos, que el hombre no fue creado en broma ni por casualidad, sino que fue maravillosamente hecho con un gran destino. Aunque no está hecho de materia perdurable, vive para siempre; y aunque su cuerpo es mezquino y terrenal, su espíritu es elevado y divino.
Cuando en el crisol de la abstinencia se le separa de las pasiones carnales, alcanza lo más alto, y en el lugar de ser esclavo de la lujuria y de la ira, queda investido de cualidades angelicales. Al alcanzar tal estado, encuentra su cielo en la contemplación de la belleza Eterna, y nunca más en las delicias de la carne.
La alquimia espiritual que provoca este cambio en él, como la que transmite los metales viles en oro, no es fácil de descubrir, ni se puede encontrar en la casa de cualquier anciana.
El erario de Dios, donde tal alquimia debe ser buscada, está formado por los corazones de los profetas, y aquel que la busque en otro lugar quedará defraudado y en bancarrota el día del Juicio, cuando siga las palabras:
-“Hemos retirado el velo que te cubría y hoy tu imagen es nítida “.
Dios ha enviado a la tierra ciento veinticuatro mil profetas para enseñar a los hombres la prescripción de esta alquimia y como purificar los corazones de sus cualidades más viles en el crisol de la abstinencia.
Esta alquimia se podría describir brevemente como un alejarse del mundo acercándose a Dios. El conocimiento de uno mismo es la clave del conocimiento de Dios, de acuerdo con el dicho:
-“Aquel que se conoce a sí mismo conoce a Dios”, y tal como está escrito en el Corán, “Les mostraremos nuestros signos en el mundo y en ellos mismos, para que la verdad les sea revelada”.(Qur´an 41:53)
Nada hay más cerca de ti que tú mismo, y si no te conoces a ti mismo ¿cómo puedes conocer ninguna otra cosa? Si dices:
- “Me conozco a mí mismo”, refiriéndote a tu aspecto exterior, a tu cuerpo, tú cara, tus miembros, etc., tal conocimiento nunca puede ser la clave para el conocimiento de Dios.
-¿Y cómo podrías avanzar por este camino, si tu conocimiento de lo que hay dentro de ti no alcanza más allá que el saber que cuando tienes hambre, comes, y cuando te sientes iracundo, atacas a alguien? Pues en esto las bestias son iguales que tú. Pero el auténtico conocimiento de uno mismo consiste en saber.
- Qué eres tú en ti mismo y de dónde vienes; hacia dónde vas y con qué objeto has venido a detenerte aquí un momento, y en qué consisten tu auténtica felicidad y tu auténtica miseria.
Algunos de tus atributos son los mismos de los animales, otros, de los diablos, y algunos, de los ángeles, y tienes que investigar cuales de estos atributos son accidentales y cuales son esenciales. Hasta que no sepas esto no podrás saber donde radica tu auténtica felicidad.
Es propio de los intelectuales débiles tomar a los hombres como criterio de verdad y no la verdad como criterio de los hombres. El hombre inteligente sigue a Ali, esté Dios satisfecho de él, cuando dice:
- No conozcáis la verdad por los hombres, más bien conoced la verdad, y entonces sabréis quiénes son verídicos.
El hombre inteligente conoce la verdad; luego examina cada aserto en particular, y si es verdadero, lo acepta, al margen de que lo manifieste un hombre veraz o no... Porque sabe que el oro se halla en la arena mezclado con la escoria.
La cuestión del conocimiento divino es tan profunda que en realidad solo la conocen aquéllos que la poseen. Un niño no tiene verdadero conocimiento de los logros de un adulto.
Un adulto corriente no puede comprender los logros de un hombre ilustrado. Del mismo modo, un hombre ilustrado no puede comprender las experiencias de los creyentes iluminados.
Has de saber que el Islam tiene dos momentos. El primero consiste en abandonar las malas costumbres, y el segundo adoptar las buenas cualidades. El primer paso es el más difícil pues exige de un gran esfuerzo en la lucha contra la rutina.
El Profeta Muhammad (saw) dijo:
-“Emigrante (muhayir) es el que abandona el mal y combatiente (muhayid) es el que lucha contra su propia arbitrariedad.
El hombre busca su perfección espiritual mediante el sentimiento religioso, que procede del conocimiento y se manifiesta en las acciones justas. Si no hay frutos, el conocimiento no es el adecuado... Que Dios nos guíe...